
Una vez más se dejó llevar por sus impulsos, creyendo que esta vez lograría algo con aquello. Sin embargo no fue asi. Comenzó a jugar con fuego y notó que se podía llegar a quemar, y aunque estaba dispuesta a hacerlo decidió ante todo y nada observar y analizar a su rival, quien estaba dispuesto a jugar a su manera; romper reglas y tomar atajos si eso era necesario para poder lograr su triunfo.
Pero no le fue fácil. No lo era. Avanzar sin pensar y sentir se le complicaba demasiado. La razón no se amoldaba a sus sentimientos y estos eran indomables.
Le fue demasiado difícil ceder, pero razonó y llegó a la conclusión de que estaba perdiendo todo y no era bueno quemarse; no, no lo era.
Dejó los dados sobre el tablero y cedió el triunfo a quien no merecía estar en juego.
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