Lo observé durante casi una hora. Sin pronunciar palabra alguna los minutos avanzaban.
Sabía que ese silencio significaba algo y yo no lograba decodificarlo.
En eso desvío su mirada y se detuvo a observar la nada misma. Luego de unos cinco minutos instaló sus ojos en los mios, aún sin decir nada.
Media hora después abrió la boca y amago con emitir sonido alguno.
Tomé coraje al tiempo que mi cara se humedecía. Lo miré. Mis ojos recorrieron detalladamente aquel rostro. Me levanté y le dije aquello que él no se animaba a decir. Tomé una servilleta sequé mi rostro y me dirijí hacia la puerta. En eso una débil voz pronunció: -¡Mozo! Un cortado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario