Nunca estuviste a la altura de las circunstancias, que no fueron muchas, tan sólo una. Mucho menos te metiste en mis tacos, aunque no los use. Sólo te metías en la cama y mentías, me fingías con tu sexo dentro del mío. Me besabas, sabiendo que me engañabas e inviocabas otros labios: los no-mios.
Fui el consulo de tu absurda soledad, el reemplazo a corto plazo. Creo que jugué bien el papel de la no-noviecita de turno, pero jugué con mi corazón en tus manos entonces...creó que terminé por amarte en serio. Yo no quisé nunca un perro, pero que te marches así, cuando hace una semana atrás me despedias con un te amo. Así te despediste de mi, tus labios sobre los míos, pronunciando aquella mentira, aquella no-verdad en la que creí, porque corazón que siente; ojos que no ven.
No me arrepiento de que hayas venido hacia mi y con tu llegada cambiar mis noches, mi corazón y mi presente. No, no me arrepiento y tampoco me alegro.
Lamento, sí, un poco haberte creído cuando hablabas de amor, y por sobre todo haber dejado mi corazón escondido bajo tu cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario