¡Qué ironía! Cuando finalmente me decido a arrancarte de mis sentimientos y pensamientos apareces. Me hablas, no logro comprender tu idioma. Tratas de expresarte y tampoco comprendo tus sentimientos. ¿Qué hacer? Intentar, conectar, hablar. Mirarnos a los ojos y decodificar la mirada. Te miro, me encuentro y no hay nada que decir.
Y quizá al finalizar con todo eso, todo esto lleguemos a la conlcusión de que es correcto asumir nuestra obsesión al jugar con nuestros sentimientos. El orgullo ganaba. Pero finalmente logras polarizar tu orgullo y dejarte llevar por los sentimientos, luego por los impulsos y me lo haces llegar. Allí es cuando me sorprendes y me agarras desprevenida; me dejas sin palabras y con lágrimas en los ojos.
Al final sonrio y consigo una paz inmensa en mi interior. Luego espero, ansiosa, yo espero.
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